
Cada uno asumía su rol: se trataba de defender también con la imagen nuestro trabajo. No éramos muy conscientes de ello, pero era una realidad tangible. En el caso de los creativos, esos personajes de ideas maravillosamente “locas”, el atuendo era divertido, novedoso y curioso. Por su parte los de marketing iban formales, con americanas, trajes pantalones... Cada uno asumía su rol y aportaba sus ideas a través de los trabajos y del lenguaje no verbal.